domingo, 30 de enero de 2011

Más allá de que pareciera o no real, cuando nuestras miradas se encontraban había una cara de sorpresa. Me dabas dos besos que de golpe se convertían en uno y otro medio que terminaba en la comisura de los labios. Pero tú sabías que ese no era tu sitio. Esa no era la playa. Tú no eras el indicado, y los tiempos eran difíciles.

Y en las habitaciones en llamas te llamaba en silencio. Te quería abrazar, te recordaba como tiempo atrás cuando dejaba sonar la música para que todo pareciera más real y perfecto. Para que almenos pudiera sentir algo en esos momentos vacíos. Y tras ese beso desvanecías, con el humo.

miércoles, 26 de enero de 2011

un despertar con resaca en un amanecer rosado.

La persiana no estaba bajada, de hecho no sé ni si había persiana. Lo que si sé es que podía ver todo el exterior, podía ver una chimenea apagada, una teja mal puesta y la ropa tendida de un edificio a unos 50 metros.

¿Y a cincuenta metros que deberían ver ahora que se hacía de día? Mi mano acariciaba su piel, que dormía a mi izquierda, que respiraba con tranquilidad, casi como si estuviera muerto. Empezaba a estar frío y yo intentaba taparme con cada fragmento de la sabana que no existía.

Me levanté y fui al lavabo. Intenté taparme, como en las películas pero nadie había pintado una sábana en ningún momento en esa habitación. Nadie lo había imaginado así. Empecé a oír los primeros ruidos de la mañana: una persona tosiendo en la nada, un camión de la basura solitario, una cafetera de lejos (quizá a cincuenta metros) y al final la tapa del inodoro rompiendo con esa tranquilidad.

El gusto a café, los pies mojados caminando lentamente, la mañana.

miércoles, 12 de enero de 2011

y nunca hize realidad.

Te miraba y era diferente. Tus facciones cuadradas seguían allí, pero te habías cortado el pelo y te habías quitado ese punto interesante. No era ni un punto interesante, pero era tal y como estabas escrito en mi cabeza. Tus piernas inamobibles, tus brazos flacos. Tus muñecas que acompañaban a tus brazos que se movían con sutileza y firmez.

Se había terminado. Sin saber como ya no despertabas nada en mis amaneceres. En mis cerrares de ojos. En mis fosas nasales explorando el mundo, tu mundo, tu cuerpo.

Buenas tardes. y nunca hize realidad.