martes, 29 de junio de 2010

noches magoetílicas.

Se repite, es cierto. Pero es una de las playas de mi vida. Una playa breve, es verdad.

A mis pies el mundo. A mis manos la brisa marina. En mi cabeza su voz. Sueño con que me pronuncies dulces versos en un idioma que no conozco. Sueño con lo desconocido. Anhelo lo desconocido. Idealizo un te amo. Gritado por cualquiera que me pueda hacer sentir amada. ti a amo te. Eso mismo. Lo idealizado, lo perfecto, un plan para llevarlo a cabo.

Y en un ataque de éxtasis, en una descarga de adrenalina me parece reconocerte. Hacía tiempo que no iba a esa playa, hacía tiempo que no hacía ese recorrido. Y no podías ser tú, tu habías marchado tiempo atrás, tú ya no formabas parte de esa playa. No, ahora ya no.

En mi corazón un latido, un hueco, algo que parece palpitar. ¿Qué más esperabas encontrar allí dento entre vísceras?

lunes, 21 de junio de 2010

Allí estabas tú, en una repisa. No hacías nada, solo existías en ese rincón. Me perseguían, me hablaban, lloraba, chillaba, corría. Y allí seguías tú. Y me venía a la cabeza que tu eras mi única salvación. Me daba cuenta de que si ahora lo hacía no significaría nada para mi.

Y te besaba. Y tus labios eran secos, y tenían un gusto raro. No puedo decir que no me gustara, era diferente. Y como siempre imaginaba, si yo daba el paso, tu lo darías. Pero yo no estaba dando el paso, estaba huyendo.

lunes, 14 de junio de 2010

En mi estado etílico te recuerdo. Eres borroso, confuso, mágico. Me haces sentir todo aquello que no se puede sentir en una situación normal. Me acerco a ti, te huelo, te toco, te siento. Pero desvaneces. Marchas.

Tu pelo, lo mejor de ti. Tus movimientos, que me seducen. Tu sonrisa. Y sueño con besarte, con perderme a tu lado. Sueño con dirigirte la palabra, con que sepas tu nombre. Pero con tu olor me basto.

miércoles, 2 de junio de 2010

No era como el reencuentro que cualquier persona podría haber esperado. Era algo sucio, algo frío a la vez que muy caliente. Tan solo recuerdo las ansias, tu cara, tu cuerpo. Y las ganas de morirme que tenia después. Las ganas de morirme que tenía cuando te quería decir adiós. La rabia que me daba que te aceptaran después de todo, después del daño, después de las mentiras.

Pero muerto el perro, se acabó la rabia.