Allí estabas tú, en una repisa. No hacías nada, solo existías en ese rincón. Me perseguían, me hablaban, lloraba, chillaba, corría. Y allí seguías tú. Y me venía a la cabeza que tu eras mi única salvación. Me daba cuenta de que si ahora lo hacía no significaría nada para mi.
Y te besaba. Y tus labios eran secos, y tenían un gusto raro. No puedo decir que no me gustara, era diferente. Y como siempre imaginaba, si yo daba el paso, tu lo darías. Pero yo no estaba dando el paso, estaba huyendo.
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