miércoles, 19 de octubre de 2011

Una silla.
Una perra.
Una mirada fugaz.
Ibas desnudo (te desnudé).
Me mirabas fijamente esperando algo, esperándome a mi. A mi respuesta, a mi cara inmóvil [¿Cómo una cosa que está a punto de estallar puede ser inmóvil?]. Y de golpe te balanceabas hacia mí, arañabas mi pecho (ahora también desnudo). Y mis colores cambiaban de pálido a rojo. De rojo a furia, a ira.
Una mirada encontrada.
Una puerta.
Un adiós.

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